Nos encontramos ante una de las grandes preguntas o preocupaciones de la sociedad actual: ¿Qué pasará con los robots?, ¿Qué puestos van a ocupar?, ¿Serán mejor que los humanos?, ¿Superará la Inteligencia Artificial (IA) a la humana? Son preguntas que cada vez estamos escuchando con más asiduidad en nuestra vida diaria y por las que, lamentablemente, no obtenemos una respuesta clara o convincente.

Según recientes estudios  algunos perfiles profesionales acabarán desapareciendo. En la actualidad, los robots ocupan un 8% de los trabajos, una cifra que en 2020 podría ascender hasta el 26%.

Por eso, desde los colegios debemos educar y formar a nuestros alumnos con estas ideas muy presentes, muchos de ellos trabajaran en profesiones que aún no existen pero, ¿qué pasará con la profesión de docente? ¿Será un humano o será un robot el que les inculque estos conocimientos y valores a nuestros alumnos?

Pues aunque no lo creamos y la tendencia sea a pensar lo contrario, la profesión de docente ocupa el puesto 356 de 366 en poder ser sustituida por un robot, esto quiere decir que profesiones como cajero de ventanilla en un banco con el puesto 11 o vendedor de seguros con el puesto 29 son profesiones mucho más predispuestas a desaparecer. Pero todos estos datos no dejan de ser números y estadísticas que nos acercan un poco a la futura realidad, ¿por qué no puede haber un punto intermedio entre los robots y los humanos?

En las aulas, cada vez más, estamos integrando la tecnología para usarla como herramienta en nuestra metodología, nos ayudamos de plataformas online, usamos la Realidad Virtual, personalizamos el aprendizaje con los dispositivos, etc… Estamos usando herramientas que, aunque no tengan cabeza de robot, brazos de robot o piernas de robot, no dejan de ser elementos que tienen su parte de Inteligencia Artificial o autoaprendizaje.

Por lo tanto, nos preguntamos; ¿no estamos ya empezando a convivir con ellos dentro del aula? Es una reflexión que nos podemos empezar a plantear, pero desde el punto de vista positivo, en la que gracias a estas herramientas y esta tecnología nos permite crear entornos de aprendizaje más completos.

Ahora bien, ¿nos terminará desplazando esa IA de nuestra aula? Seguramente no y que la profesión de docente esté tan abajo en esa estadística se debe a una sencilla razón: Los robots pueden ser constantes e incansables en sus procedimientos, pueden personalizar el aprendizaje casi de forma milimétrica entre muchos estudiantes, su índice de error en las repuestas es prácticamente nulo, su autoaprendizaje y análisis es prácticamente perfecto pero la educación no es solo esto, no son solo números, calificaciones o repuestas, hay una habilidad humana que hoy por hoy la IA no puede abordar.

Si nos vamos al campo de la neuroeducación podemos confirmar que el ingrediente emocional es fundamental tanto para el que enseña como para el que aprende. Los seres humanos no somos seres racionales a secas, sino más bien, primero emocionales y luego racionales. Y, además, sociales.

A nuestros alumnos les gusta aprender en grupo y les gusta aprender de otras personas. Los robots nunca podrán emparejar a los humanos de esta manera. Factores irremplazables como la capacidad de inspirar. Enseñar hechos y teorías es una cosa, pero relacionar las cosas que enseñas con la vida cotidiana es otra muy distinta.

Los docentes están aquí para compartir sus experiencias en la vida, para relacionarse con los estudiantes de un humano a otro, para emocionar a sus alumnos en cualquier asignatura y para motivarse y motivar en cada clase que entren. Porque el docente es un generador de emociones y dinámicas: un docente motivado es una pieza fundamental en las reglas de la enseñanza. Y mientras la IA artificial trabaja en la capacidad de que un robot se emocione, nuestros alumnos necesitan que un docente LES EMOCIONE para poder aprender.